Colombia es un país que me ha gustado visitar. No puedo decir que me haya atrapado, pero sí que puedo volver para realizar algunas visitas que se me han quedado por el camino.
Los objetivos que tenía al programar el viaje los he cumplido con creces. Visitas a ciudades, museos y mercados; baños en aguas caribeñas y ríos de montaña; paseos por desiertos, senderos de montaña, selvas y cafetales; escalones y más escalones; platos típicos, zumos, jugos, arepas, frutas; fiestas de carnaval y gente con la que platicar tras un "tinto" o una infusión de coca; aviones, busetas, lanchas y hasta una moto en la que "me he dañado la cadera..."
Dejo para un nuevo viaje, toda la zona del departamento de Santander, que creo se merece una o dos semanas, la Ciudad Perdida, el Parque Tayrona, La Guajira y tal vez alguna isla... Y otras zonas que ni se me han pasado por la cabeza.
Su gente se ha portado muy bien conmigo y me he sentido acogido y respetado. Yo he intentado actuar con el mismo respeto y empatía. En ningún momento me he sentido en peligro ni violentado; al contrario, siempre ayudado por la gente ante cualquier necesidad o contratiempo.
La desigualdad social es evidente. Hay gente muy rica y mucha gente que vive al día. Políticamente la gente quiere dejar de lado los años de violencia y vivir su libertad con alegría y paz. No piden mucho más ni mucho menos...
De Bogotá me quedo con el Cerro de Monserrate
Zipaquirá, la Catedral de la Sal.
La plaza de Villa de Leyva
Desierto de Tatacoa
Medellín, Botero y los "paisas"
Guatapé, El Peñol
Santa Marta, Taganga
El Carnaval de Barranquilla
Cartagena de indias, ciudad colonial
Ya en España, después de un vuelo de 10 horas con mascarillas entre los más precavidos, me encuentro con un virus, una pandemia y un confinamiento sin determinar el tiempo. No sé qué me depararán estos meses en "prisión".
Acabo de leer que "para viajar lejos no hay mejor nave que un libro"