Tapia blanca y sobre ella enredaderas y malvarrosas, azucenas, dalias, pensamientos, lirios y violetas… macetas con geranios, con alelíes, con gitanillas… la caña y la lata con la que regar a mano, al ritmo que requiere cada planta… aquí y allí los detalles, la pila, el candil, el cántaro, las sillas de enea… Los patios cordobeses hacen gala de un barroquismo floral fascinante.
Su fachada recuerda que este fue rincón cervantino y que el autor, “de abolengo cordobés,” mencionó la plaza en el Quijote. Esta especie de distrito museístico se completa con el Centro Flamenco Fosforito, la sede cultural de la Universidad de Córdoba y la Fundación Antonio Gala, por lo que la mañana se puede alargar ad infinitum de sala en sala.
Y si hay una Córdoba cervantina también la hay una barojiana, cumpliendo así con dos de los principales pilares de la literatura española. El plano y la guía para descubrirla está entre los párrafos de La feria de los discretos, donde se encuentran panorámicas como la dedicada a la cercana Plaza de la Corredera, un rectángulo a modo de plaza mayor donde hacer un alto en alguna de las terrazas que hay bajo sus arcos. No hay ya alpargaterías con sus ruedos de pleita ni los talabarteros ni baratilleros, pero sí queda algo de la escena vibrante que describió el novelista en el mercado municipal que ocupa la antigua Casa del Corregidor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario