sábado, 23 de septiembre de 2017

EL CAMINO, "Amanece en Ézaro y atardece en el faro de Fisterra"



         La gente, cuando llega a Finisterre, suele mirar hacia el faro, y el Oeste es la estrella de sus intereses. A muy pocos les he visto en este viaje, observar el cambio de colores, que en la paleta del Este, aparecen sobre la cresta del monte Pindo, cuando empieza a anochecer.         
    
        Cuentan los viejos que, los dioses celtas llegaron a esta playa y decidieron morar en O Pindo. Creo que ascendieron desde el mar por la cascada de Ezaro o del río Xallas, como también se la conoce.
                                                                Yo me apunto a conocerla.

       Antes de dirigirme a la cascada, visito  el centro de interpretación que está en el pueblo de Ézaro. Indispensable.        
     
           Un breve paseo a pie, me lleva al pie de la cascada. Es la caída de un río directamente al océano. ¡Impresionante!
            Fervenza de Ézaro o del río Xallas. "Fervenza como dicen en Galizia"    
            

                                                                                 ¡Volveré!
                                            
     
           Retorno a Fisterra. Como y descanso un poco en el hostal. Tomo un café con las catalanas que conocí ayer. Quieren subir ya al faro. Son unos 3 km. Yo prefiero esperar hasta las 18:30 h, pues tampoco es cuestión de "pasarse" mirando el atardecer...
           El cruceiro marca la salida ( o entrada) del pueblo.                                    
                                        .   

    El sendero paralelo a la carretera es de subida, pero muy ligera. Por lo que veo, acude bastante gente; dos o tres autobuses con turistas me han pasado. Arriba nos vemos.

                                           La tarde va cayendo y llego al Faro, y al Cabo.
            
   
     En el faro, en la tienda de "recuerdos" y en el bar, la gente se agolpa. Voy hacia un sitio solitario, donde disfrutar del espectáculo.
     Allí está Hanna, una chica suiza que anda recorriendo España, después de graduarse en economía. Es de Berna. Viene caminando desde Sarria. Se digna a hacerme una foto.

                            Bueno, y aquí se acaba; ya no puedo caminar más. He llegado al "fin de la tierra ".
                                          
       
      Es curioso, el atardecer ayuda a pensar. Hace casi tres años, estuve en el faro del fin del mundo en Ushuaia, canal de Beagle, la Patagonia Argentina. Hoy, estoy en el faro del fin de la tierra en Fisterra, Galicia. Espero que esto, no marque el fin de mis viajes. 

               Es un selfie... Creo que el tercero que hago en mi vida, y siempre con el agua de fondo: Lisboa, Estambul y éste de Finisterre.

                       La puesta de sol es el premio a un esfuerzo. No ha sido gratis, me lo he ganado.

                                                   Anochece cuando vuelvo para casa...


                                                            ¡Desde el fin de la tierra!




viernes, 22 de septiembre de 2017

EL CAMINO, de Corcubión a Fisterra 18 km "Un sendero sobre el océano"


      Dejo Corcubión con el sol todavía desperezándose. Son las 9:00 y hoy me espera un paseo de 15 km, al lado del océano. Todo un espectáculo, espero.
        Los miradores se despiden de mí, en espera de los primeros rayos.

      Enseguida el camino deja el pueblo, buscando la ladera de la montaña. El sol empieza a calentar.   
         
           
              Lo más rural del pueblo se aleja del mar turístico y pesquero y se acerca a la montaña.      
                                   
    
 Voy cogiendo altura. La ría va apareciendo en su totalidad, desde la otra perspectiva a la que observé ayer, cuando me acercaba a Corcubión.

                                     Sigo ascendiendo por un sendero suave y solitario.
       
      
                 A falta de arco iris, aprovecho la reja de San Marcos. Al fondo diviso el faro, mi meta.

                            Una delicia de paseo y de paisaje. Siempre, a mi izquierda, la mar.
 
    Me encuentro con dos chicas catalanas con las que voy a hacer unos kilómetros. Hablamos del "process". Son favorables al referéndum, pero no talibanes. Una de ellas seguirá por España de vacaciones incluido el día 1 de Octubre. ¿ Dónde irá a votar?

     Las dejo en esta cala, pues bajo a darme un baño. El día es estupendo y el mercurio alcanza los 22 grados.
    Soy un iluso. Sólo consigo meter los pies. El agua está helada. Menos mal que no hay nadie. Mi hombría podía haberse visto afectada.

     Y por fin, llego a Fisterra. Busco el hostal, me instalo y salgo a comer algo.
 Como "casi siempre" encuentro cerrada la iglesia. Una constante en muchas ermitas o capillas del camino.
                                          


               Parece que se está nublando. El pueblo es pequeño y me doy una vuelta por el puerto.

                         Pueblo turístico y pesquero y de emigrantes... Ahí os dejo su realidad.
         




jueves, 21 de septiembre de 2017

EL CAMINO, de Olveiroa a Corcubión 23 km "Prados y Montes redondeados"

        Está lloviendo desde la madrugada. Decido salir un poco más tarde rumbo a Corcubión, para ver si puedo escapar de la lluvia.

          Al contrario de la etapa de ayer, hoy prácticamente todo el camino será por senderos y caminos rurales, adentrándome en el bosque.

                         Enseguida me cruzo con pequeños torrentes, que servirán de alimento al río Xallas.


         En un cambio de sendero, cruzo la carretera que establece la bifurcación Muxía - Fisterra.
Yo me dirijo a la izquierda. Ya ha dejado de llover. Mi paraguas me ha salvado. La capa ni la utilizo: moja por fuera y por dentro. ¡Menuda compra!

       Las pequeñas montañas están redondeadas en sus cimas. Los caminos que hoy seguiré, van por lo más alto. Mejor: antes veré el mar.
                                           

        Aparece el pino y los arbustos se adueñan del paisaje gris. El brezo morado y amarillo es el actor principal. Apenas hay nadie caminando. El mal tiempo les ha echado atrás.

    Hago parte del camino con María, una suiza que viene desde Francia. Me toca chapurrear francés. Tiene urgencia en llegar y va muy deprisa. Después de unos kilómetros, se aleja. A mí no me espera nadie y prefiero saborear el paisaje. 


                                           El camino está lleno de acebos. Acebos con fruto.

       Empiezan a aparecer claros y los acebos siguen marcando el camino. Alcanzo  a Michael, un jubilado londinense mayor que yo, con el que hablo un rato en inglés. Viene desde León  y va haciendo etapas de unos 15 km. Caminamos juntos un rato,,,

    El cielo vuelve a oscurecerse un poco, pero no creo que llueva. Son los últimos ramalazos del frente. 
 El sendero de los acebos parece que llama a su fin con este cruceiro erosionado del camino.

     A propósito, acabo de ver un jabalí que ha cruzado el sendero. Otro tipo de caminante...
                                      Y el otoño me saluda con unos preciosos parasoles.. 

       Esta pista forestal de Acebos  se termina, al llegar a esta ermita que aparece de pronto.
                                                                          Está dedicada a la Virgen.

        Cruzo un pequeño prado, con su arroyo tranquilo y comienza un nuevo sendero. Descubro una nueva curiosidad: parece que sus bordes están jalonados de Castaños.
Ha descendido un poco la altura por la que me muevo y el pino casi ha desaparecido.
Las castañas son como pelotas de tenis. Juego un poco al fútbol con algunas de las caídas.
                                          


       Y otra vez, cuando el sendero se acaba, aparece una ermita.
 Tiene pinta de ser una ermita en la que se hace romería. Hay una gran campa, una fuente y una especie de grada cubierta. No me acuerdo del santo al que está encomendada.

              
     
             Y mientras desciendo, aparece el mar. Con nubes, pero ahí está. Cuando llegue a la playa, espero que ya haya despejado.
                                         

      Un cartel del camino me dice, que desviándome un poco, puedo ver el cruceiro más antiguo de esta zona. Pues nada, vamos a verlo. 
     

                                            


                Y, por fin, llego, a pesar de la lluvia de la primera parte del camino.
        El  paseo ha sido bonito. Estoy entrando en la ría de Corcubión.    
        

       Antes de llegar a Corcubión paso por Cee, que también forma parte de la misma ría, aunque no le de su nombre.

             Tras dejar los aperos del viaje en el hostal me doy un paseo por el pueblo. Los miradores recogen los últimos rayos del sol. 
                                        

                            Y el monte Pindo con sus almenas - fortaleza nos protege.... ¡Boas noites!