Está lloviendo desde la madrugada. Decido salir un poco más tarde rumbo a Corcubión, para ver si puedo escapar de la lluvia.
Al contrario de la etapa de ayer, hoy prácticamente todo el camino será por senderos y caminos rurales, adentrándome en el bosque.
Enseguida me cruzo con pequeños torrentes, que servirán de alimento al río Xallas.
En un cambio de sendero, cruzo la carretera que establece la bifurcación Muxía - Fisterra.
Yo me dirijo a la izquierda. Ya ha dejado de llover. Mi paraguas me ha salvado. La capa ni la utilizo: moja por fuera y por dentro. ¡Menuda compra!
Las pequeñas montañas están redondeadas en sus cimas. Los caminos que hoy seguiré, van por lo más alto. Mejor: antes veré el mar.
Aparece el pino y los arbustos se adueñan del paisaje gris. El brezo morado y amarillo es el actor principal. Apenas hay nadie caminando. El mal tiempo les ha echado atrás.
Hago parte del camino con María, una suiza que viene desde Francia. Me toca chapurrear francés. Tiene urgencia en llegar y va muy deprisa. Después de unos kilómetros, se aleja. A mí no me espera nadie y prefiero saborear el paisaje.
El camino está lleno de acebos. Acebos con fruto.
Empiezan a aparecer claros y los acebos siguen marcando el camino. Alcanzo a Michael, un jubilado londinense mayor que yo, con el que hablo un rato en inglés. Viene desde León y va haciendo etapas de unos 15 km. Caminamos juntos un rato,,,
El cielo vuelve a oscurecerse un poco, pero no creo que llueva. Son los últimos ramalazos del frente.
El sendero de los acebos parece que llama a su fin con este cruceiro erosionado del camino.
A propósito, acabo de ver un jabalí que ha cruzado el sendero. Otro tipo de caminante...
Y el otoño me saluda con unos preciosos parasoles..
Cruzo un pequeño prado, con su arroyo tranquilo y comienza un nuevo sendero. Descubro una nueva curiosidad: parece que sus bordes están jalonados de Castaños.
Ha descendido un poco la altura por la que me muevo y el pino casi ha desaparecido.
Las castañas son como pelotas de tenis. Juego un poco al fútbol con algunas de las caídas.
Ha descendido un poco la altura por la que me muevo y el pino casi ha desaparecido.
Las castañas son como pelotas de tenis. Juego un poco al fútbol con algunas de las caídas.
Y otra vez, cuando el sendero se acaba, aparece una ermita.
Tiene pinta de ser una ermita en la que se hace romería. Hay una gran campa, una fuente y una especie de grada cubierta. No me acuerdo del santo al que está encomendada.
Y mientras desciendo, aparece el mar. Con nubes, pero ahí está. Cuando llegue a la playa, espero que ya haya despejado.
Un cartel del camino me dice, que desviándome un poco, puedo ver el cruceiro más antiguo de esta zona. Pues nada, vamos a verlo.
Antes de llegar a Corcubión paso por Cee, que también forma parte de la misma ría, aunque no le de su nombre.
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