miércoles, 20 de septiembre de 2017

EL CAMINO, de Negreira a Olveiroa 35 km "pueblos agrícolas"

     
       Salgo de Negreira, con la niebla sobre mi cabeza. No me acerco al castro celta porque me han dicho que los terrenos donde está el asentamiento son privados, y el vecino, dueño de los terrenos, ha empezado a construir. ¡País!
     ¡Qué bonitos son los paisajes con niebla!
                       

          Voy dejando atrás el pueblo y me adentro en el bosque. La niebla me acompaña, pero siento que se va deshaciendo por el camino. Nuevos retoños de eucalipto guardan fila. 
          

      Empiezo a encontrar pequeños reductos humanos. Leña, huertas y poco más. Eso me dice que estarán habitados. Yo no he visto a nadie, por ahora.

            Y el sol despierta y con él, los frutales de las huertas. ¡Esas manzanas gallegas!


                         Y unas buenas peras. Esto es Galicia, un clima y un suelo excepcional.
                                         
       
                                                   ¡Una chumbera! Aquí crece de todo...

       Los racimos, morenos por los últimos rayos veraniegos, cuelgan de las parras. Ya están dulces. Se diferencian    de las vides del resto del país, en que éstas cuelgan; la humedad de este suelo las arruinaría.
                    Estas hortensias prisioneras me indican que aquí, alguien las cuida.

        Y yo sigo mi camino. La escarcha huele a hinojo y eucalipto. Las hojas del helecho lloran el rocío, cuando los rayos las despiertan.  
                                          

     Voy dejando el bosque entre sube y baja. Los campos de cultivo, fundamentalmente maizales, siempre están presentes.

                                                    Entre col y col... Otro campo de maíz.

                    Y el agua sigue mansamente su rumbo. ¿ Por qué la ensuciamos más abajo?

     Vuelvo a ascender hacia el viento. Caseríos aislados protegidos por grandes aspas. Aquí tampoco veo gente.

                    El año agrícola ha comenzado. Estos deben ser los suspendidos del curso pasado...  

                                 Llevo caminados unos 21 km. Y creo que por aquí huele a empanadas.
                                           
  
     Rocío aparece sin prisa, ante un improvisado mostrador. Me dice que hoy "sólo" tiene cinco tipos distintos de empanadas: "El turismo ha decrecido..."
     Pruebo un trocito de cada: zamburiñas, mejillones, sardinas, bacalao y atún. Me quedo con la de bacalao.

     Continúo. Me espera un tramo de carretera monótono y empiezo a sentir calor... Menos mal que la cerveza estaba fresquita.

      Por fin, alguien se persona en el campo. Prepara el nuevo año agrícola. Abonado el terreno, ahora le toca al tractor preparar la tierra.

                 Este camino me ayuda a recordar lo olvidada que tengo, la vida rural.
                                      Unas vacas lecheras retozan tras la comida.

               Saludo al ganadero y me invita a entrar a la cuadra. Las vacas están rumiando su pienso. 

      Un embalse relaja el paisaje. He preguntado a una campesina el nombre del embalse... Me ha contestado (¿) que fervenza.  Iluso de mi, luego me he enterado que "fervenza"  es cascada o caída de agua para los gallegos . ¡Típico!
    Bueno, pues ahí está ese embalse de Fervenza.
     
    
          Este último tramo de carretera comarcal, a pesar de la ausencia de vehículos, salvo algún que otro tractor, se hace un poco pesado.
    Ya cercana la pequeña población de Olveiroa, se destaca su cuidado cementerio, presidido por el cruceiro.
Oliveiroa

                        Tras 35 km de senderos, caminos, pistas y carreteras comarcales entro en Olveiroa.

       Acabo mi segunda etapa un poco cansado. Todavía tengo fuerzas para jugar una partida de ping-pong con Mateo, el hijo del dueño de la posada.
        Después de cenar, en la tv gallega ponen el partido del Depor  contra el Alavés. Lo veré.


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