Hoy tengo previsto caminar por las dos Ribeiras del río.
Salgo del hotel y voy paseando por la zona amurallada, entre el puente de Louis I y el del Infante.
Las casas se aprietan para no despeñarse. Voy cuesta abajo, descendiendo paralelo al funicular.
No hay mucha gente, paseando. Paso el puente de Louis I y entro en la rua de la Ribeira.
Parece la plaza del cubo. Numerosos restaurantes tienen aún las persianas bajadas y las mesas de la terraza recogidas.
Me dicen que estas casas son muy caras. Aquí, no se ve casi ropa tendida; será verdad.
Es un espectáculo, que a pesar de haberlo visto muchas veces, no deja de impresionarme.
Paseo durante media hora larga. Me siento en una terraza que acaban de abrir y tomo un café.
Sigo mirando para todos los lados, pues este panorama no tiene desperdicio.
He vuelto al atardecer. Las terrazas y los turistas se empiezan a animar.
Ésta es la otra orilla. No es Porto, es Vila Nova de Gaia. ¡Qué curioso!
Es la ribera donde se encuentran todas las bodegas que hacen honor a este rico vino de la ciudad.
Es mediodía y después comeré en alguna tasca de la zona. Por aquí veo varias.
Visito una bodega con derecho a charla cultural y degustación.
Sólo he probado estos dos vinos.
El rojo se toma como aperitivo. Por eso lo bebo primero. Está rico y es un poco afrutado.
El más oscuro se toma tras la comida. Algunas personas lo acompañan con un dulce.
Me voy a comer...
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