Alguien me dijo que la mejor forma de empezar a conocer Porto es a través de su arteria central.
Ha amanecido un bonito día y me "embarco" en el San Telmo.
En la travesía me acompañan unos turistas rusos, que enseguida ocupan los asientos. En cubierta, podré disfrutar mejor del paisaje.
El barco asciende hasta el primer puente que comunica ambas orillas. Es el puente de Freixo, el que està más al este de la ciudad.
La corriente es tranquila y apenas sopla una suave brisa.
Son seis los puentes que cruzaremos hasta llegar a la desembocadura. Me fijo en las distintas estructuras y composición de estos "comunicadores". ¡Curioso!
El del fondo, de cemento, es el puente del Infante don Enrique, el más moderno del 2003. Este es por el que entré ayer a esta ciudad.
Dos puentes de estructura metálica: el puente de María Pía diseñado por un socio de Eifel en 1873 y el puente de San Joao, por el que sólo circulan trenes.
Puente de María Pía |
Observo la parte amurallada de la ciudad de Porto. La están preparando para nuevas construcciones. ¿Casas de millonarios?
Las casas coloreadas por el pincel de un niño se superponen unas a otras en un forzado equilibrio.
Y ahí está el puente de Louis I, la joya de la corona y 385 metros de altura.
Por arriba solo circula el metro y peatones.
Los coches van por abajo, también con aceras para caminar.
Sigo observando la margen derecha del Douro. Es la Ribeira de Porto, foco turístico y de animación de la ciudad. Colorido y ropa tendida.
El último puente, cerca de la desembocadura en el Atlántico.
Es el puente de Arràbida, el más largo de la ciudad.
He seleccionado esta foto aérea de la desembocadura del río. ¡Espectacular!
De vuelta al puente Louis I, por la margen izquierda del río.
Atracaremos en la otra orilla, en Vila Nova de Gaia. Huele a vino de Oporto.
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