- Templo de Augusto
- Foro Provincial de la Hispania Citerior
- Estadio del circo
- Murallas
- Acueducto
- Anfiteatro
- Foro de la ciudad y basílica
- Teatro
- Puerto
- Almacenes portuàrios
- Via Augusta
- Cementerios y monumentos funerarios
- Termas públicas
- Villas suburbanas
- Insulae
- Ager tarraconensis
De los iberos a los romanos Durante la segunda guerra púnica, Roma envió a Hispania a los hermanos Cneo Cornelio y Publio Cornelio Escipión con el objetivo de cortar los suministros del ejército cartaginés de Aníbal, que había invadido Italia. Los Escipiones convirtieron Tarraco en un importante centro de operaciones durante la contienda gracias a su posición estratégica y al hecho de que estaba a tan sólo cuatro días de navegación de Roma.
El lugar, además de servir de puerto militar y comercial, servía también de base para los soldados, de forma que surgió primero una guarnición en la parte alta de la colina y una zona de viviendas alrededor del antiguo poblado ibérico, donde más tarde se levantaría el foro de la colonia; ambas zonas pronto se unieron con un recinto amurallado.
La función militar de Tarraco se mantuvo en la época republicana, durante las diversas guerras de conquista del interior de Hispania. Es posible que el propio Julio César concediera a la ciudad el rango de colonia tras la batalla de Munda, acaecida durante la guerra civil, en el año 45 a.C. (el nombre de Tarraco fue Colonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco), pero su despegue se produciría por intervención de Augusto, el primer emperador de Roma.
En 27 a.C., Augusto reformó la división provincial de Hispania y convirtió a Tarraco en la capital de la provincia más extensa de la Península: la Tarraconense. El propio emperador residió en la urbe en los años 26 y 25 a.C. para dirigir desde allí las operaciones bélicas contra cántabros, astures y galaicos, con cuya sumisión se completó la conquista de Hispania.
La ciudad de Augusto
El paso de Augusto por Tarraco trajo diversas mejoras a la ciudad y su entorno: se consolidó la vía de comunicación con Roma, que a partir de entonces se conocería como vía Augusta, y se monumentalizó el foro de la colonia. Este lugar, situado cerca del puerto y del primitivo asentamiento ibero, se convirtió en el centro de la vida administrativa, comercial y religiosa de la ciudad.
Como todos los foros de época romana, el de Tarraco contaría con una curia, un edificio donde se reunía el consejo de notables que gobernaba la colonia, y otros edificios administrativos, como el archivo o el tesoro. El foro romano de Tarragona, construido por orden del emperador Vespasiano en el año 73 d.C.
El foro estaba lleno de tiendas en las que se vendía todo tipo de productos, y lo presidía un templo dedicado a la llamada tríada capitolina (formada por Júpiter, Juno y Minerva). En época de Tiberio se construyó una segunda plaza (forum adiectum) en la que destaca la basílica, sede de la administración de justicia y lugar de reuniones. Los restos de este edificio de tres naves pueden contemplarse en la actualidad. La parte norte es la mejor conservada y cuenta con una gran sala que hacía las veces de t
En los primeros años de la época imperial se construye también el teatro, cercano al puerto y al foro de la colonia, que aprovecha, además, un desnivel para apoyar las gradas. Su estructura es la propia de los edificios de este tipo con la cavea o graderío, la orchestra semicircular, la scaena (escena) y el frons scaenae, el frente escénico. Los capiteles y las estatuas relacionados con la familia imperial que allí se han encontrado hacen pensar en un grandioso edificio del que han quedado restos relativamente escasos.
En él, los tarraconenses disfrutarían de comedias, tragedias, mimos y pantomimas, y en los momentos de descanso entre las representaciones podían pasar a un área contigua, que posiblemente estaba ajardinada y contaba con una fuente monumental, un ninfeo de grandes proporciones.
La Asamblea de ciudadanos se construyó como un imponente foro provincial en la parte alta de la ciudad, que asombraba a los representantes de las trescientas poblaciones importantes que formaban parte de la Tarraconense. Con este nuevo recinto monumental, la ciudad quedó dividida en dos sectores claramente diferenciados, separados por el edificio del circo construido en época de Domiciano (que gobernó el Imperio entre los años 81 y 96). La parte alta de la ciudad constituía el sector administrativo, que se organizaba en dos grandes terrazas situadas en niveles distintos: la superior albergaba el recinto dedicado al culto imperial, mientras que en la inferior se levantaba el foro provincial. En cuanto a la parte baja de Tarraco, se dedicó a sector residencial.
El entretenimiento en Tarraco
Los edificios para espectáculos estaban presentes en toda colonia romana. El más importante de Tarraco era el circo, que por su situación dentro de la ciudad tenía unas dimensiones menores que los de otros lugares del Imperio. Se estima que podía albergar a más de 20.000 espectadores, pendientes de las evoluciones de sus aurigas favoritos, encuadrados en alguno de los cuatro equipos tradicionales: verdes, blancos, rojos y azules.
Conservamos la memoria de Fuscus, un famoso auriga de la facción azul, al que sus admiradores erigieron en Tarraco un ara en el siglo I o II d.C. En ella grabaron lo que sentían por su héroe: "¡No hay nadie como tú! ¡Siempre se hablará de tus carreras!".
Otro popular auriga del que tenemos noticia es Eutyches, cuya inscripción nos dice que murió de enfermedad a los 22 años. En su epitafio se queja amargamente de que no tuvo la oportunidad de conducir carros de cuatro caballos (cuádrigas), tras haber competido con éxito con los de dos (bigas). Los crueles e inexorables hados tuvieron envidia de su juventud y malignos ardores abrasaron sus entrañas sin que los médicos pudieran hallar el remedio a su mal.El final del epitafio es una sentida súplica dirigida a quien pase junto a su tumba: "Te ruego, caminante, que esparzas flores sobre mis cenizas; tal vez tú fuiste uno de mis seguidores mientras vivía".
Otro lugar de diversión de los tarraconenses era el anfiteatro, construido extramuros a comienzos del siglo II, donde podían acomodarse unos 14.000 espectadores. La pasión por los combates de gladiadores debió de ser similar a la que sentían por las carreras, aunque no hayamos encontrado testimonios escritos de ello. Sentados en el graderío, según la clase a la que pertenecía cada cual, todos se encandilarían con las luchas de gladiadores, que antes del combate se encomendaban a Némesis para conseguir la victoria sobre su oponente o, al menos, para que el público les perdonara la vida si resultaban derrotados.
Una activa vida social
La imponente presencia de grandes monumentos públicos como los foros, el teatro, el circo y el anfiteatro no debe hacernos olvidar a la gente que vivía en la ciudad. La parte residencial ocupaba el sector inferior de Tarraco y se disponía en un trazado reticular u ortogonal, con calles perpendiculares y horizontales que daban lugar a manzanas de viviendas.
A pesar de que se conservan pocos restos de tales construcciones podemos decir que en Tarraco coexistían los dos tipos de vivienda presentes en las urbes romanas: las casas unifamiliares de los grupos acomodados, que seguían el esquema de la domus romana, y los edificios de pisos conocidos como insulae, con peores condiciones de vida. Los restos de un complejo termal, de la sede de una corporación de obreros de la construcción y las referencias epigráficas a templos como el de Tutela o el de Minerva hablan de la intensa vida social que se desarrollaba en la parte inferior de la ciudad.
La Tarragona medieval
La ciudad de Tarragona, tras cuatro siglos de abandono fue repoblada a partir de inicios del siglo XII.
La nueva ciudad no ocupó, ni mucho menos, el perímetro que había alcanzado la antigua ciudad de Tarraco. Por tanto, la nueva población medieval se ubicó en lo alto de la colina y los 4 kilómetros de la muralla romana se redujeron a algo más de un kilómetro.
Los nuevos habitantes medievales repararon las murallas romanas y adosaron, al perímetro amurallado, una decena de nuevas torres. De todas ellas, la más destacable, es la llamada
torre del Arzobispo o del Paborde, ya que en la Edad Media formaba parte del castillo del Paborde.
Tarragona conserva destacables monumentos de su pasado medieval. A partir del año 1171 se empiezan a erigir las iglesias ; también se construye el antiguo hospital de Santa Tecla, la actual torre del Pretorio y la Catedral de Tarragona, cuyas obras no se llegaron a finalizar.
La Tarragona del siglo XIV. Una ciudad singular donde la vida cotidiana de sus habitantes discurría a la sombra de dos poderes, a menudo enfrentados: el del arzobispo y el del rey.
Murallas - Plaça del Pallol – calle de Ferrers – el Corral - el Castell del Rei - El Call o judería – calle Cuirateries y arcos de Mercería - Hospital Medieval (Hospital de Santa Tecla) - Fachada de la Catedral – Palacio Real.
Si pensamos en el Modernismo hay una ciudad que inmediatamente viene a la mente: Barcelona es su capital indiscutible debido a la gran cantidad de edificios, templos y residencias diseñadas bajo los patrones este estilo.
Sin embargo el Modernismo, representante de la bonanza económica de Cataluña entre fines del siglo XIX y principios del XX, también tuvo un campo fértil en la Costa Dorada y las comarcas interiores de la provincia de Tarragona.
De hecho en esta zona hay documentadas más de 600 edificios modernistas en alrededor de 100 municipios.
Y no siempre son viviendas: edificios públicos, sedes de cooperativas, iglesias, parques y hasta bodegas fueron diseñadas por las grandes figuras de este movimiento.
Reus, Gaudí y Domènech
Por supuesto que el primer nombre que viene a la cabeza si se habla de Modernismo es Antoni Gaudí.
El creador de la Sagrada Familia nació en Reus, capital de la comarca de Baix Camp. En su plaza central se encuentra el Gaudí Centre, que por medio de tecnologías interactivas permite conocer su vida y obra; en una
ciudad donde se pueden ver 30 edificios de esa corriente arquitectónica como las casas Navàs, Rull y Gasull (diseñadas por Lluís Domènech i Muntaner), el Institut Pere Mata, la escuela Prat de la Riba y la Estación Enológica, entre otros.
En la ciudad de Tarragona, por ejemplo, diseñó el Teatro Metropol (atención a la forma de barco, como si llevara al público “al mar de la salvación”) y el edificio del Mercado Central.