Durante el viaje de autobús me voy informando sobre mi próximo destino : Bratislava.
La ciudad está situada en un rincón de Eslovaquia, justo en la frontera con Austria ( 60 km con Viena) y Hungría ( 200 km con Budapest). Los Cárpatos nacen aquí al lado, casi se pueden tocar...pero huyen hacia Hungría.
Tiene unos 450.000 habitantes, de los cuales unos 60.000 son estudiantes universitarios. Es el motor económico y centro político y cultural del país. Creo que en estos momentos, Eslovaquia y más concretamente Bratislava, preside la Comunidad Europea.
Se convirtió en capital en 1993, tras la escisión de Checoslovaquia. Escisión, por cierto, pactada y negociada sin resquemores.
Es una ciudad políglota. Se habla eslovaco, alemán y húngaro y hasta español; yo al menos con mi spanglish no he tenido problema.
El castillo, así se le conoce a este edificio, que está situado sobre una colina estratégica y aunque completamente restaurado, sus orígenes son celtas y romanos. Alcanza su esplendor con el imperio húngaro, bajo el mandato de María Teresa, quien lo reconstruyó con un estilo barroco por fuera y rococó por dentro.
Cuando años más tarde, el imperio húngaro se traslada a Pest, el castillo cae en el olvido cortesano. Lo ocupa el ejército, resiste un asedio de las tropas de Napoleón en 1811 y sufre un devastador incendio.
Visito la ciudad vieja, siguiendo un recorrido turístico establecido con señales en el suelo.
Al subir esa pequeña rampa, me encuentro con la Catedral de San Martín.
En la torre superior de la torre está colocada desde el siglo XVIII una maqueta de la corona de San Esteban, con un peso de 300 kg. Ésta nos recuerda la época en que aquí eran coronados los monarcas húngaros.
Ahí es nada...
Hace un buen día para caminar por la parte vieja. Llego a la Plaza Principal. Allí está el Ayuntamiento viejo y la Iglesia de los Jesuitas.
Pero lo que me llama la atención es esta imagen de Napoleón, delicia de los shelfies turísticos.
Supongo que es en memoria de la batalla cercana a Bratislava en la que le dieron para el pelo...¿En qué estará pensando?
Es relajante pasear por aquí para bajar la comida, ver pasar a la gente y tomar un café en una terraza.
Signo de la cultura, el Teatro Nacional Eslovaco.
La visita ha terminado y voy camino del autobús para coger el equipaje.
Está aparcado a orillas del Danubio. El río no me ha llamado excesivamente la atención a pesar de que se ven algunos cruceros. Parece que la ciudad vieja no lo necesita. Y además " no es azul".
Sus aguas llegan desde Viena y bajan hacia Budapest. "Agua que no has de beber...."
Destino Austria. El tren me espera.
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