Hoy también madrugo. Y me dirijo al muelle de EMINÖNÜ. Allí cojo el ferry en dirección al embarcadero de Hascöy.
Podía haber tomado el autobús, pero así veo de cerca y desde el mar, la iglesia de San Esteban de los búlgaros. Es el barrio griego de Estambul.
Y voy ascendiendo la colina, siguiendo la pauta que me trazan las murallas de Teodosio.
La verdad es que las mandó construir Constantino para proteger la ciudad. Prácticamente cerraban Constantinopla, desde el mar de Mármara hasta el Cuerno de oro.
Teodosio se encargó posteriormente de fortificarlas con numerosas Torres. ¡Ay, Teodosio!
Hoy, salvo en lugarews determinados, están muy deterioradas.
Dentro del recinto amurallado y dirigiéndome hacia el sur, este sultán de piedra, me inicia en el recorrido por Fatih y el barrio griego. Hay un plano del recorrido detrás de la escultura.
Me dirijo al museo Kariye, bajando de nuevo al compás de estas casa otomanas. ¡Qué paseo!
Como es todo bajada, la hago tranquilo. El día es muy bueno para andar.
Y ahí está lo que llevo buscando: San Salvador de CORA y su museo. Kariye kilisesi para los turcos.
Es una de las joyas bizantinas que se pueden ver en Estambul. Primero fue iglesia, después mezquita y en el XX reconvertida en museo, como Santa Sofía.
Éste es el interior del templo.
Frescos, mosaicos, más mosaicos y más frescos ¡ Vaya gozada para la vista!
Son todo escenas de la vida de Jesús, la Virgen, discípulos y Ángeles.
En el museo. jugaron muy bien con la luz natural y artificial.
Es la parte trasera del templo.
Y me adentro en el bario FATIH. Aquí se encuentra la zona islámica ortodoxa, y esto se palpa en las calles.
Asciendo un poco hacia la cima de la colina, Estambul y sus colinas, para ver de cerca esa casona roja que he apreciado desde el barco: El colegio ortodoxo griego del Phanar.
Todo un monumento arquitectónico. Los únicos datos que tengo sobre él es que dispone de unos 100 alumnos actualmente.
Es la única kilisesi, iglesia ortodoxa, de Estambul que no fue convertida en mezquita.
Y sigo mi marcha por el barrio en un continuo sube y baja.
La mezquita de Fatih es el corazón del barrio. Su cúpula es de las más altas, unos 26 metros y es visible desde casi cualquier punto de la ciudad. Está reconstruida en el XVIII.
Es inmensa. En ella hay varias madrazas y otros edificios adosados.
Sigo subiendo y bajando. Al llegar a uno de los altos, me encuentro con algo que no había visto en las guías ni mapas: La Columna de Marciano. En su base hay una deidad alada, Nike (¿?), por lo que los turcos le llamaron Columna de la doncella.
¿Un té? No hace falta entrar a un bar. Te lo ofrecen por la calle, como en el gran bazar. Hoy es festivo y no hay clase para los niños. Toca echar una mano a la familia.
Tiene una altura de unos 30 metros y una anchura de unos 8 metros.
Acompañando al acueducto, paseo por el parque Saraçhane. Me llama la atención este monumento. Esos tres árabes le están dando al coco. ¡Cuánto os debemos!
Y justo al lado, rodeado del ambiente universitario, me encuentro con la Mezquita de Sehzade Mehmet.
Ya casi no me asombro por su majestuosidad y belleza interior.
Me pilla dentro la llamada a la oración. Me sobrecoge un poco. Al fondo tenéis al muecín; está leyendo algo, supongo que versos del Corán.
Y salgo por donde he entrado.
Y después de una mañana andarina y llena de descubrimientos me adentro en el campus universitario, en el barrio de Beyazit. Se nota, pues la juventud me rodea.
¡Rodeado de cultura! ¡ Menuda mañanita! ¡Salam Aleikum!
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