Madrugo. Son las 8:30 h y voy camino a la plaza de Sulthanamet. Todavía no hay ajetreo por las calles y las tiendas y restaurantes se están despertando.
Cruzo el Gülhane Parki y me dirijo a la plaza por una calle lateral.
La cuesta es empinada, pero entretenida. Tal vez venga algún atardecer para tomar un té y probar con un nargile.
Elijo la Mezquita Azul como primera visita. Abren temprano y aún Santa Sofía que está enfrente y separada por unos jardines con fuentes, permanece cerrada.
Si ayer la mezquita me impresionó, hoy me parece majestuosa. He logrado captar en la foto los seis minaretes. Voy adentro, a ver si descifro el porqué de lo de " azul".
El sultán Ahmer I la mandó construir en 1603-07 y en ella tiene su tumba. La mezquita Azul o mezquita del Sultán Ahmed (en turco, Sultan Ahmet Camii) es una obra de Sedefkar Mehmet Aga, discípulo del arquitecto Sinam. Sinam es el culpable de otras grandes mezquitas de la ciudad.
La primera entrada y me encuentro este atrio. Creo que la mezquita tiene una altura de unos 45 metros y unas 200 ventanas con sus respectivas vidrieras. Estilo clásico otomano. Ah, y en su culto son suníes.
El interior inspira misterio y espiritualidad. No hay nadie y el silencio llena el templo.
Supongo que es un buen momento para pensar o meditar un rato.
Santa Sofía, forma parte de la esencia de mi viaje.
El emperador bizantino Justiniano en el 537 d.C. la mandó construir. En 1453 tras la caída de Constantinopla, el sultán Memeht II la reconvierte en Mezquita. En 1935 Mustafa Kemal Artatuk, presidente de la República, hace de ella el actual museo.
Parece del mismo tamaño que la Mezquita Azul, pero Santa Sofía la dobla en extensión.
He metido el pulgar en ese "agujero dorado". Según los lugareños "el que lo mete, vuelve..."
Y su impresionante cúpula resistente a terremotos, sus pechinas decoradas con frescos de ángeles, columnas de mármol, medallones otomanos y poderosos refuerzos exteriores... Me recuerda los trabajos para sostener y enderezar la catedral vieja de Vitoria.
Y eso sí, sigue abierta por obras. ¡Gracias, Atemio de Tralles e Isidoro de Mileto por vuestra labor!
Llevo casi cuatro horas de visita y se me han pasado volando.
Salgo de Santa Sofía y me dirijo al Hipódromo.
El hipódromo era uno de los lugares del ocio bizantino. En él se celebraban carreras de cuádrigas. Tenía dos niveles y una espina dorsal de piedra para facilitar la carrera. Estaba decorado con múltiples columnas que posteriormente los otomanos dedicaron a la mezquita de Sultanahmet. Los saqueos de los cruzados también tuvieron sus efectos negativos.
Con lo primero que me encuentro es con la fuente del káiser Guillermo. Regalo de éste al sultán en su visita de 1898. Es un bonito cenador octogonal con ocho grifos en sus bajos.
El actual hipódromo es hoy un rincón peatonal.
En la parte sur está la columna serpentina. Tres serpientes entrelazadas y decapitadas. El resto de una de las cabezas se encuentra en el museo arqueológico.
El obelisco de Teodosio está muy bien conservado. Se esculpió en Egipto con granito rosado.
El obelisco de piedra. También sufrió el saqueo de los cruzados de sus discos de bronce bañados en oro. Está en el sur del hipódromo.
Para finalizar, bajo a la izquierda por unas calles estrechas. Son casitas muy cuidadas. Muchas con tiendas de alfombras en su interior.
Llego al bazar Arasta. A pesar que ya es mediodía, no hay mucha gente. Doy una vuelta rápida. Como aún no he estado en los otros dos grandes bazares no puedo valorarlo. Eso sí, veo que abundan las telas y los orfrebres.
Y se acaba la mañana, que ha dado mucho de sí.
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