La mañana estaba lluviosa, pero caliente. He "tomado" un "colectivo" para recorrer los barrios de Palermo y Belgrano. Al bajar del bus, he tenido que comprar un paraguas. Estoy en la avenida Libertador; ayer llegué a pie hasta aquí, visitando Recoleta.
Aquí reside la clase media y media alta de Buenos aires. Abundan los parques enormes y las calles arboladas. Por lo que estoy viendo, se vuelve a dar la falta de conciencia en el urbanismo de los años 60, para nada respetuosa con las edificaciones anteriores.
Los Bosques de Palermo se encuentran localizados en esta zona, y son el pulmón verde de la ciudad. Se trata de una extensa zona en la que se construyó "un inmenso parque", en una de las áreas más ricas de la ciudad.
Entre sus límites encierra edificios y extensiones como el Botánico. el Planetario Galileo Galilei y el Jardín Japonés, el antiguo paseo del Rosedal y un lago.
Sea como fuere, a los bosques se tiene que ir, pero para no perderme he decidido ir localizando los cinco monumentos emblemáticos de la zona: el de la Caperucita, el de Sarmiento, el de Urquiza, el de Rosas y el de los Españoles y a partir de ellos visitar los distintos lugares verdes.
A la gran zona verde se el conoce como el Parque Tres de Febrero, Así que, busco un sitio verde y fresco. El lago, uno de ellos, se cruza en mi camino. Parece mentira, pero el paraguas sigue cerrado y el cielo se ha abierto.
Guiándome por el plano del Bosque y los monumentos me dirijo al Botánico. Se me olvidaba hablar de los perros. Éstos van de paseo con el cuidador o paseador, pero en Buenos Aires hay multitud de perros callejeros. Y eso implica cantidad de excrementos, que nadie recoge.
Llego enseguida al Jardín Botánico, obra de Carlos Thays. Es de los pocos en el mundo que es gratuito creo yo para poder ver flora de los cinco continentes y una gran cantidad de esculturas repartidas entre sus jardines.
Después de caminar un buen rato y ya con el cielo azul, una temperatura de 30 grados y una humedad que me derrite, me acerco al Jardín Japonés para descansar un rato y tomar una cerveza.
Una delicia oriental... El jardín y la cerveza.
Satisfecho con mi cervecita y llenas las alforjas, voy finalizando mi visita a los bosques de Palermo. Cruzo la Rosaleda, que conserva a pesar de la fecha muchas de las flores que le dan nombre. La mañana está siendo "really green".
Ahora me doy cuenta que el monumento de Caperucita está muy bien concebido en este bosque inmenso. ¿Dónde se habrá quedado el lobo?
Palermo Viejo es el hogar de las famosas “casas chorizo” y casas bajas reconvertidas en locales de moda, atrayendo a muchos bohemios, artistas e intelectuales. Hoy en día hay muchos cafés y un ambiente alternativo. (Palermo Soho que semeja al soho neoyorkino). La Plaza Cortázar, que todo el mundo conoce como Plaza Serrano, es el corazón de la zona. Busco un garito para comer algo.
Bonito barrio. Menos mal que tomaste el colectivo, pibe. Temía que te hicieras todo Buenos Aires andando.
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