Es domingo y aprovecho para visitar San Telmo. Este barrio de artistas y artesanos es una fiesta; todo se vende y todo se compra entre calles estrechas, de casas bajas y piso adoquinado.
De la Plaza de Mayo me dirijo a la calle Defensa. Está al lado. Es temprano y hay poca gente. "El mercado" empieza a desperezarse. Encuentro un ambiente acogedor y bohemio.
En este barrio, vivían las familias más ricas y poderosas de la capital, hasta que tuvieron que mudarse a la zona norte en 1871. Eso sí, sólo lo consiguieron los supervivientes de la fiebre amarilla que asoló la zona.
Tras la huida de los ricos, los inmigrantes europeos "okuparon" los palacios vacíos. Poco a poco el barrio llegó a deteriorarse tanto como para considerar su demolición.
Esto se evitó al crearse en 1970 la feria de antigüedades de la Plaza Dorrego. Esta plaza es uno de los lugares centrales del barrio. Los domingos se organiza en la Plaza Dorrego, una gran feria de antigüedades y artesanías y concursos de tango por lo que veo.
. Es un viejo bar muy popular en la plaza. Aprovecho para tomar un café. El interior no tiene desperdicio.
La parte de la plaza no ocupada por los bailarines y por las terrazas es un puro comercio.
Encontré la casa más estrecha de la ciudad: la Casa Mínima. Leo en la guía que mide 2,35 metros de anchura y 13 metros de profundidad. Es una pena que estén rehaciéndola y no se pueda visitar.
El Barrio de San Telmo, zona bohemia, auténtica, con sus galerías de arte y sus mercadillos de segunda mano.
Después de caminar, parar, observar y repetir esta acción muchas veces, llego al propio Mercado de San Telmo. No por fuera, pero al entrar me recuerda un poco, al Mercado San Miguel madrileño.
Me parece un bazar de Disney...
El ruido y bullicio se mezcla con el tango, los boleros y los cantautores. Huele a asado, a mate y a empanadas.
No pueden faltar en los puestos callejeros, los dulces de leche y los alfajores. Me gusta verlos y cómo los come la gente; pero me resultan muy dulces.
En una calle lateral encuentro algo parecido a una sidrería vasca. Entro y hablo con el camarero. Es porteño, pero los dueños son vascos, "gallegos vascos"... Me tomo un rioja y un pintxo.
¡Te venía buscando, Mafalda! ¿Le has visto a Quino? Quería saludarlo.
¿Compro algo para llevar de regalo? ¿Unas bombillas de mate o unos gayumbos de colorines?
Voy dejando atrás el mercado, pero sigo en san Telmo. Me adentro por el Paseo Colón. Otro Ministerio, el de Agricultura y el edificio de las columnas es una Facultad de Ingeniería.
Sigo caminando y me paro en este avituallamiento. Zumo de naranja y choripán. Precios populares.
Supongo que será una constante en muchos mercados de artesanía, pero este reciclado, yo no lo había visto nunca.Me gusta esta metáfora. Este momento para mí es una comedia y además divina. Me quedo con la dirección de este restaurante italo-argentino. El menú a base de pasta parece muy rico.
Voy dejando atrás el mercado, pero sigo en san Telmo. Me adentro por el Paseo Colón. Otro Ministerio, el de Agricultura y el edificio de las columnas es una Facultad de Ingeniería.
Y sigo mi camino hacia el barrio de Boca por la plaza Lezama.
Una iglesia ortodoxa. Buenos Aires multiétnica y religiosa. Está cerrada.
La plaza Lezama es un pulmón verde para esta ciudad.
He leído que un tal Carlos Thays, creo que se escribe así, diseñó este Parque-Jardín y el Botánico del barrio de Palermo.
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