Y el itinerario, màs de lo mismo. Camino por bosques, aldeas, vacas, y barro. La tierra absorbe, pero también tiene su límite. Riachuelos generosos y pequeños arroyos ruidosos flanquean el sendero.
Hoy ha sido un día con poco trànsito de peregrinos, pero para mí el más dicharachero. Desde el comienzo, Helge Oya (?), un noruego de 67 años y con parte de su cadera de titanio, se me ha juntado ya que quería hablar español. Llevaba mucho camino andado y apenas se había cruzado con ninguno. Obviamente, el elegido he sido yo. No me he atrevido a preguntarle dónde se había operado de la cadera, pues veranea en Murcia.
Hemos hablado, mejor, ha hablado mucho de su país y a mí me ha encantado escucharle.
A mitad de camino, se nos han juntado dos jóvenes italianos de cerca de Venecia. Iban hasta Finisterre. Hoy se habían levantado a las tres de la mañana, pues tenían los días justos para llegar al fin de la tierra.
Llegamos para comer. Les invito a una cerveza. Los italianos aceptan. El noruego se toma un café. Después cada uno sigue su andadura.
Un poco más adelante, llegando al hostal, me encuentro con éstos: parece que ya estàn de vuelta... Y sin correos que les lleve la mochila.
He visto un bar en el que dan lentejas y se me ha abierto un apetito bíblico... Cualquier cosa por un plato de lentejas. ¿ Era Isaac o Jacob?, el de las lentejas, claro.
El camino favorece la compañía, se quiera o no se quiera. Tantas personas mayores que encuentras me dice que todavía es posible "hacer camino al andar". Quizá lo intente de nuevo. Buen camino y que salga el sol que seque la capa.
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