miércoles, 22 de mayo de 2024

La Soria del medievo 1: Rello y Berlanga de Duero.

   Preparando el viaje, me llamó la atención alguna imagen de este pueblo. No lo había oído nunca y me pillaba de camino, como al Cid y sus huestes. Un paseo por este pueblo medieval me vendrá bien.
  Rello se encuentra en lo alto de un cerro sobre el río Escalote, a más de 1000 metros de altura sobre el nivel del mar. Según me voy acercando al pueblo, observo que a su alrededor se creó un perímetro de muralla. La muralla está flanqueada con diversas torres y rematada con almenas. He leído que la muralla es del siglo XII y que se reformó en el siglo XV.

 Rodeando la villa veo que hay un Castillo en uno de los extremos de la muralla. Según me informo es del siglo XV y posteriormente trasformado durante la centuria siguiente. 

  El acceso al interior se puede realizar a través de dos puertas. En una de las puertas sostenido por un águila, está esculpido el escudo heráldico del señor de la villa: Lorenzo Suárez de Mendoza. Ya empezamos con los Mendoza...

 

    En la plaza de la localidad busco el Rollo jurisdiccional o picota de hierro. Se trata de una lombarda o bombarda (antigua pieza de artillería) del siglo XV o XVI. Posee cinco argollas de sujeción. En la base de piedra que sustenta la picota se puede leer “El rollo de Rello es de hierro”; frase que se ha convertido en un popular trabalenguas.

    

  Si desde abajo me llamó la atención, desde aquí arriba, desde sus defensas, la panorámica añade aún más si cabe, un atractivo especial. ¡Indescriptible!
 

   Siguiendo los caminos del Cid y muy cerca de Rello llego a Berlanga de Duero.
   Esta villa tuvo como primer alcaide al Cid y conserva aún la elegancia y el esplendor del pasado. 
  Su nombre procede del asentamiento romano llamado Augusta Valeránica, en honor del emperador Valeriano. Antes ya hubo población celtíbera.
    Según me he informado, Berlanga alberga una de las fortalezas más espectaculares de la provincia, así como su  Puerta de Aguilera, reminiscencia de todo el recinto amurallado que rodeaba a la ciudad. Ahora mismo voy a comprobarlo.
                                                                      ¡Guau!
     


             

              Llego a la plaza y en la oficina de Turismo me informan del paseo que puedo hacer:

  El castillo es un edificio formado por dos recintos fortificados de diferentes etapas históricas y constructivas, uno de época medieval y el otro de época renacentista.
    El origen del castillo medieval se sitúa en torno a los siglos X-XI como una fortaleza islámica de la que apenas quedan restos visibles.
   Fernando I de Castilla, en una rápida campaña militar en el Alto Duero, consiguió tomar Berlanga, lo que propició que se llevaran a cabo las primeras obras para la reparación y reforma del castillo. 
   En 1370 Berlanga, que hasta el momento había sido una villa de realengo, pasó a manos de la familia Tovar. Juan Fernández de Tovar, primer señor de Berlanga y Almirante de Castilla fue quien llevó a cabo nuevas modificaciones en el castillo, aunque no se sabe con exactitud qué partes fueron intervenidas.
  Avanzado el siglo XV, un descendiente, Luis de Tovar, junto con su esposa Isabel de Guzmán, promovieron las últimas grandes reformas en el castillo medieval. Principalmente afectaron a la zona palaciega y a la torre del homenaje, en la que colocaron ocho escudos de armas correspondientes a los linajes de sus ancestros.
    
                          El castillo no se puede visitar, al menos hoy, pero la foto sí merece la pena.

             
    
 El Palacio de los Duques de Frías tiene a sus pies la remodelada plaza del Mercado, rodeada por construcciones típicas de calles porticadas. Construido a los pies del castillo, los Tovar convirtieron este palacio en su morada a partir del S. XVI. 
  De él sólo se conserva la magnífica fachada plateresca de piedra de sillería con una de sus dos torres en el extremo, ya que fue incendiado durante la Guerra de la Independencia por las tropas francesas. ¡gabachos!
 De sobrio estilo renacentista, no tiene la fachada más adorno que una sencilla línea de ventanas en la parte superior y el escudo de los Tovar.

  

   Justo en medio de la Plaza se alza la estatua de Fray Tomás de Berlanga, del que luego contaré alguna cosa.

    Me tengo que dar prisa si quiero visitar La Colegiata, pues la cierran al mediodía.
    Es una de las mejores iglesias góticas del siglo XVI, eso me dice la gente con la que me detengo a charlar.

  La iniciativa de su construcción fue tomada por Iñigo Fernández de Velasco, Condestable de Castilla y su mujer Ana María Tovar, duques de Frías,  ¡Cómo no!

                                                       La vista exterior es magnífica

  

  Entro con el tiempo justo. Un señor me dice que tengo unos 20 minutos. Espero que sea suficiente. Agradezco la sombra y el fresquito interior.
   El altar mayor está presidido por la talla de Nuestra Señora del Mercado, titular de la Colegiata, escultura romano gótica del siglo XII, procedente de una de las diez parroquias desaparecidas al erigirse el nuevo templo. ¡Y si no, para mí!
                          
         
                

   También me han dicho en la oficina de turismo que a la salida de la villa no me pierda El rollo. 
  Construido probablemente a finales del siglo XV, es una picota gótica que indicaba que la villa tenía su propia jurisdicción y servía, a la vez, para castigo de los reos y exhibición de los objetos o herramientas con los que había cometido un delito.
   Realizada en piedra caliza, la mitad inferior tiene una decoración más sencilla y culmina con cuatro originales cabezas de león que la separan de la parte superior, más elaborada, recuerda a un pináculo gótico con los que se culminaban las catedrales(¿Burgos?). En la cima presenta una curiosa figura de un león.

                                    

 Me doy una vuelta por La calle Real, donde todavía veo que se conservan numerosos escudos nobiliarios. A su alrededor hay otras calles aportaladas, con edificios de adobe y entramado de madera, sostenidos por recios postes que completan un ambiente medieval en toda la localidad. 
     

 

  Prometí que contaría alguna cosa de este preboste, hijo de Berlanga. La villa presume de ser la cuna de Tomás Martínez Gómez. conocido como Fray Tomás de Berlanga, obispo de Panamá que descubrió en 1535 las islas Galápagos. 
  Regresó a su pueblo natal, años después, llevando con él un caimán vivo, de unos cuatro metros, para mostrarlo a sus paisanos y dar fe de sus viajes. El asombro de los berlangueses ante aquel exótico animal debió ser mayúsculo y, por eso, cuando al poco murió, probablemente de hambre y de frío, decidieron disecarlo y colgarlo de una de las paredes de la colegiata como prueba de la existencia de tan particular espécimen.
 Está colgado en una pared de la Colegiata.

                                                                         Sigo mi camino...



















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