lunes, 29 de abril de 2024

Jaén. un Castillo, una Catedral y el museo Íbero

         

   El Castillo de Santa Catalina se alza sobre  el Cerro de Santa Catalina, desde el cual se puede divisar prácticamente todo el territorio provincial: al norte y al oeste la campiña y Sierra Morena, surcado por el valle del río Guadalquivir, un lugar repleto de olivos; al sur se extiende la Sierra Sur de Jaén y los parques periurbanos Santa Catalina y Monte la Sierra; y al este Sierra Mágina, un territorio vinculado durante siglos a la frontera del Reino de Granada.
   Los primeros pobladores del cerro de Santa Catalina fueron los íberos (allá por el siglo IV a.C.) que construyeron en la falda del castillo un oppidum (poblado amurallado) del cual aún se conservan restos arqueológicos. Romanos y después árabes, reaprovecharon parte de estas antiguas estructuras para realizar sus fortificaciones.

            

      

         

   
  La primera fortificación  tras la etapa ibérica la llevarán a cabo los musulmanes durante los siglos VIII y IX, período en el que se construirá una alcazaba a media ladera. Esta alcazaba con funciones administrativas y defensivas fue sustituida con la construcción de un gran alcázar defensivo en la cumbre del cerro a partir del siglo X

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   Tras la conquista de la ciudad por parte de los cristianos se repararán las murallas islámicas, iniciando Fernando III la construcción de una nueva fortaleza sobre la parte más alta del antiguo alcázar musulmán, una fortaleza, más pequeña pero defensivamente mas potente. 

                                        

   Las obras de esta nueva fortificación se iniciarán a mediados del siglo XIII continuándose su construcción durante los reinados de Alfonso X y Fernando IV.
   Durante el siglo XV el Castillo de Santa Catalina, se convertirá durante breves períodos de tiempo en residencia oficial del Condestable de Castilla Miguel Lucas de Iranzo y su familia.




  Durante la guerra de la Independencia se producen los cambios más profundos que ha sufrido la fortaleza a lo largo de su historia. Entre enero de 1810 y septiembre de 1812  el ejército napoleónico convierte la fortaleza de Jaén en la mayor y más importante base del ejército francés del Alto Guadalquivir. 
   Al retirarse las tropas francesas de Jaén volaron gran parte de las construcciones, dejando seriamente dañadas algunas partes de la fortaleza.

   

   A partir de la segunda mitad del siglo XX se inició la construcción de un parador nacional en los terrenos ocupados por los restos del  viejo Alcázar islámico y a finales del siglo XX y hasta la actualidad se han llevado a cabo obras de restauración, de estudio arqueológico y de acondicionamiento para uso turístico y cultural del Castillo de Santa Catalina.

                      


  Cuenta la leyenda que cuando el rey Fernando III, El Santo, entró en Jaén, tras derrotar a los musulmanes, subió al Castillo árabe con sus tropas y llegó hasta el último extremo del cerro de Santa Catalina, que así llamó como consecuencia de una aparición de la Santa en sueños.
  Llegado a ese punto del monte, antes espacio que ocupó una mezquita, uno de los capitanes de sus tropas hincó, como signo de triunfo, su espada en el suelo del lugar, quedando ésta con la punta clavada en el piso y el travesaño de tal modo que, a primera vista, pudiera parecer una cruz cristiana, desde donde se dominara toda la ciudad.

 


                               Yo y el famoso arquitecto renacentista Andrés de Vandelmira

                 

    Esta enorme fachada de la catedral de Jaén me llama la atención porque, a pesar de ser una obra barroca, su arquitectura y estatuas no empachan. Está guardada por dos potentes torres de tres cuerpos con forma de prisma, superpuestos. El último, el más delgado, con una cúpula.
   La fachada tiene tres puertas de medio punto sencillas, columnas corintias, balcones y ventanales.
                                                  ¡Imponente, Andrés de Vandelmira!

                

   Las esculturas son abundantes. Algunos de los personajes representados son figuras bíblicas, así como  Fernando III, rey cristiano y conquistador de la ciudad.

             

     El interior tiene una enorme planta  completamente rectangular, de tres naves más una serie de capillas adyacentes. La cabecera es completamente plana.
    Los soportes del abovedamiento, como en otras catedrales renacentistas próximas (Baeza y Granada) está constituido por pilares con medias columnas corintias.      


   La capilla mayor custodia en su altar el famoso Lienzo del Santo Rostro que, según la tradición, es el que empleó la Verónica para limpiar la sudorosa y ensangrentada cara de Cristo y allí quedó impreso su rostro.
               

     Otros lugares sobresaliente de la catedral de Jaén son el Coro, la Sala Capitular y especialmente la Sacristía, obra cumbre de Vandelvira.


Sacristía

Una puerta y un pasadizo conduce a la sala capitular


He vuelto por la noche y me parece más impresionante iluminada.


            Me he levantado temprano, pues me dijeron que no me podía perder El Museo Íbero.
   El nuevo Museo Íbero de Jaén, inaugurado el 11 de diciembre de 2017 por el rey Felipe VI recoge los principales testimonios materiales de la cultura íbera. 

                      

   Hay una exposición temporal titulada “La dama, el príncipe, el héroe y la diosa”, en la que a través de estos cuatro personajes prototípicos del pueblo íbero, se invita al público a realizar un recorrido científico por esta cultura  que se extendió a lo largo de seis siglos, entre el VI antes de nuestra era hasta la dominación romana. 
    
     

  Además, la exposición incluye un módulo para concienciar a los visitantes y turistas contra el expolio arqueológico y la necesidad de respetar el valioso patrimonio recibido.


Bonita visita. Ya sé un poco más de mis antepasados.

















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