domingo, 9 de febrero de 2020

COLOMBIA, Leyva, una plaza y un pueblo empedrado.



       El autobús y la carretera se han enfadado. El uno quiere correr un poco más; la otra no hace más que curvearse para impedírselo. El relieve de esta parte del altiplano está a favor de la carretera. Yo voy con el autobús y me aguanto. De Bogotá a Leyva tres horas y algo más. Son 140 km. Aprovecho el trayecto por este departamento de Bocayá, para sumergirme en este paisaje verde.


 
    Hay cosas de este valle de Sácama que me recuerdan a la Llanada alavesa. Sí, ya  sé que aquí las montañas están más encima, pero el verde y su agricultura es similar. Cuando el bus me acercaba a los campos agrícolas, los he visto llenos de cultivos de "patatas" .... ya decía yo.


    Por fín, el autobús y yo hemos llegado. Las casas coloniales nos reciben antes de llegar a la terminal de buses.
     La solución de esa columna ante la entrada de la casa, me recuerda a algunas casas coloniales de Granada (Nicaragua). Se acaba el asfalto y empieza el empedrado.

                      





Lo primero de todo es ir al hotel, instalarme y beber algo.
Quiero aprovechar el día, pues mañana me vuelvo a Bogotá.

Villa de Leyva es una ciudad anclada en el pasado. Fundada por los españoles en 1572, adquiere el nombre de un político y militar Andrés Diaz de Leyva.
  La plaza Mayor debe ser de las más grandes de América y está totalmente empedrada. En algún sitio he leído, que tiene una extensión de 120 x 120 metros.
 En el centro hay una fuente mudéjar. La Plaza no tiene el nombre de ningún personaje celebre, simplemente es la Plaza Mayor.


      Tenía previsto hacer varios tours, pero este perro callejero me dice que me lo tome con calma. Estamos a 2000 metros de altura y ya es hora de relajarse un poco, después del ajetreo del autobús.



                                                           
   Le hago caso. Voy a callejear y comer algún tentempié. Las arepas del departamento de Bocayá dicen, que son de las mejores de Colombia. Lo comprobaré...




                            Éste es el museo del chocolate. Muy curioso, pero yo no soy fan del cacao.

        

     En el museo me dicen que puedo darme un paseo de media hora hasta el Mirador, para ver atardecer. Observo el mirador desde el pueblo. hay una pequeña-gran pendiente. La idea me parece buena y me lanzo a la subida.

         
    Después de 40 minutos de subida más o menos exigente, llego al mirador. El Cristo me espera, antes de ocultar del todo el sol.



                              No espero a que caiga la tarde y vuelvo a Villa de Leyva.
                                     Hoy es día de labor, y apenas hay gente por las calles.



        Anochece cuando llego a la plaza que va recogiendo a turistas y autóctonos. Tengo ganas de un batido de limón y coco.
                                                                           ¡Me lo tomo!


           Son las 20.00 horas. Me han comentado en el hotel, que aquí en la plaza, se come muy bien.
                                                               Pues voy a probarlo.





      Amanece  y hoy hay mercado. Está en la parte alta del pueblo. Ayer pasé cerca al subir al mirador.



                                    No buscaba un mercado de artesanía, pero donde hay turistas...


                                                                 Y éste es el mercado...
                     Compro unos plátanos enanos... ¡Muy ricos!  A esta hora no estoy para fritangas.





   El viaje en autobús, aún me queda la vuelta, ha merecido la pena. He buscado al perro vagabundo para agradecerle la idea de callejear y dejarme de tours... no lo he encontrado.
    A propósito, en muchas piedras de la calzada y de las casas hay fósiles... Esto fue un mar en el Cretácico.
                                                     ¡Eres la leche Villa de Leyva!











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