lunes, 10 de febrero de 2020

COLOMBIA, Villavieja y el desierto de Tatacoa





        El aviòn hacia Neiva se ha retrasado. El aeropuerto de Bogotá es demasiado grande y siempre los vuelos nacionales son los que salen peor parados.
         El viaje es corto, apenas una hora. El vuelo sin contratiempos, me permite tomar esta foto del  volcán Tolima. No sabía su nombre; al aterrizar, se lo he preguntado al comandante del vuelo.



        Llegando a Neiva, he podido atrapar a Magdalena. Sí, el río que parte a Colombia en dos. Volveré a encontrarlo allí en el Caribe.



      Aeropuerto de Neiva, 16.00 h y 37 º C. El choque de temperaturas entre Bogotá y el departamento de Huila es brutal.
      Antes de buscar un taxi que me lleve a la terminal de autobuses, veo un carrito que hace bebida de caña de azúcar. Me tomo dos vasos que me devuelven a la tierra.




    Neiva es la capital del departamento de Huila. Está a unos 500 metros de altitud y tiene unos 350.000 habitantes. Información que obtengo desde el taxi , pues el taxista tiene verborrea. Qué bueno es compartir el mismo idioma.
    Aprovecho las paradas del carro, para sacar alguna foto, pues Neiva no es mi destino.

                   

           Llegar a mi destino, Villavieja, ha sido un ejercicio de malabares. El último autobús, de Neiva a Villavieja unos 45 Km, se había marchado sin esperarme.  El taxista, en plan taxi driver, se cala la gorra y adelantando por derecha e izquierda, me lleva hasta una amplia avenida, donde me invita a tomar una camioneta de 5 pasajeros y abundante mercancía, que en una hora me dejará en Villavieja... Viajo de mercancía, como en los vídeos de la TV2.
                          Y llego a Villavieja. Tengo que buscar el hospedaje que he reservado, pues ya ha anochecido. Me toca descansar...

           Por la mañana temprano, son las 07:00 horas, salgo a conocer un poco el pueblo. Hasta las 08:00 no tengo prisa. Es la hora en que he quedado con Julián y Ramiro, dos paisanos del hotel para ir al desierto.


                      Villavieja es un pueblecito para descansar, tomar una cerveza bien fría y relajarte.

Parque principal con Iguanodón
Iglesia Nuestra Señora del Socorro


   Hoy aún, este pueblo es muy apetecible, porque por  aquí no se pasa, hay que llegar. Espero que mañana el turismo no lo destroce.

 
 
      Doy un paseo hasta el río Magdalena. Hay un restaurante, el Malecón.  Desde este lugar salen barcos con turistas y mercancías hasta otros pueblos de la ribera. Con tiempo lo podría haber probado... Me han dicho que tengo que venir al atardecer. Tal vez, esta noche. Me tomo un café, ¡cómo no!

Río Magdalena
                


    Puntualidad suiza. Ramiro y Julián están listos. Vamos en coche hasta la entrada al desierto, unos 5 km. Se nos une una pareja de franceses, que van a hacer una parte del sendero. Ramiro es un ingeniero agrónomo, que acaba de instalarse en Villavieja. Es el propietario del coche y nos va informando sobre este ecosistema. Julián es un hijo del desierto. Será mi guía.



La Tatacoa o el valle de las tristezas, como así le llamaron los españoles por el deterioro que encontraron en el lugar, no es un desierto propiamente dicho, sino un "bosque tropical seco". En la era terciaria, Tatacoa era una sabana llena de árboles y flores que poco a poco se fue secando. Miles de fósiles lo acreditan.

El desierto tiene una parte GRIS en la que veremos el Paso de la Culebra, los Hoyos y los Fantasmas. Al final encontraremos cerca del estrecho de la Señorita, Los Xilópalos, que son los árboles "diomaten" petrificados. Julián dice que lo apunte para que no se me olvide.

Otra parte del desierto es el Cuzco o la zona ROJA donde se haya el Laberinto.

Al final, llegaremos al Observatorio astronómico por el valle de los Cardones.

En total unos doce kilómetros no muy exigentes, pero bajo un sol abrasador.



      Desde Villavieja los turistas suelen tomar estos tuc-tuc para llegar al desierto. Son más baratos, pero su inconveniente es que la parte del desierto, tienes que ir por libre o con un tour de 20 personas. Yo he tenido la suerte de encontrar todo el combo "transporte + guía", desde el hospedaje.


         Empezamos por la zona GRIS. Es un suelo arcilloso que, según leo, adquirió tonalidades grises por los restos de materia orgánica del lugar, un bosque tropical.

      Los aguaceros de la pobre época de lluvias de esta zona, hacen que la erosión sea muy fuerte. Tras ella afloran las rocas más duras de origen volcánico.
Estrecho de la señorita
       Durante el recorrido por estas moles rocosas, encontramos afloramientos de agua, que proceden de las capas freáticas. Ésta es la zona del Paso de la culebra. Los nombres son curiosos y creo que responden a algunas peculiaridades de los pasos y también a la atracción que este tipo de topónimos ejercen en el turista.
                                   
                

   No es el paraíso, aunque se pueda asemejar; es la zona llamada Los Hoyos. A algún listillo, se le ocurrió hacer allí una piscina con su chiringuito correspondiente. ¡Autónomos emprendedores!

Los Hoyos
   Aprovechamos y nos tomamos una cervecita y una coca-cola. Yo elegí la cerveza. Ojo, que recogí los cascos y los eché al carro de cristal.















     Seguimos caminando.
                  Llevamos andando unas dos horas y un poco más. Llega el paraje de los Fantasmas...









                               La verdad es que hay muchos fantasmas por aquí

             

                              Por fin, encontramos la zona de los XILÓPALOS.                                                                                                      Son los árboles petrificados

Xilópalo
    Llevamos casi tres horas y descansamos un poco. Bebo agua, casi un litro, pues hace mucho calor. Son las 11:00 horas.

                                       Y allá vamos, a por la zona ROJA, El Cuzco.


              Julián me dice que nos llevará una  hora y media más o menos. No es cansado, pero el calor pasa factura.



   Un laberinto de caminos se abre ante nuestros pasos. Julián me dice, que las torres son su punto de referencia a la hora de orientarse. A mí me parecen muy parecidas...

  


Cardones (cactus)
 

                                 Y en los lugares más insospechados surge la vida. Lo pruebo y está rico.









                 Hemos acabado.

      Han sido unas cuatro horas muy largas, prácticamente cinco horas. La temperatura media habrá estado por los 35 ºC. Necesito agua.

       Se está nublando rápidamente. Llegamos al Observatorio. Si no despeja no vendré por la noche.

Observatotio astronómico

        Después de comer y una buena siesta, visito el museo paleontológico que está en la plaza del pueblo. Es pequeñito, pero tiene fósiles de cocodrilos y tortugas, además de otros restos de animales marinos de épocas pasadas. Y por supuesto, unos buenos Xilópalos.

Museo paleontológico

    Ha ido despejando el cielo. Pero entre el observatorio y el atardecer cerca del río, elijo este último.
                                 Creo que he acertado. Vista bonita y cerveza fresquita...





        He disfrutado mucho en Villavieja y en el bosque tropical seco de la Tatacoa.















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